Nuevamente, hace un par de semanas, pasé unos días en Suiza, en Lausanne, donde de nuevo, nuestro querido amigo Antonio, me acogió muy amablemente. El verano estaba en su máximo apogeo. Un fin de semana en el que más que en Suiza, parecía que estábamos en Extremadura o Andalucía. Momentos y días como estos, son aprovechados espontánea e instintivamente por los nativos y ciudadanos de la fría ciudad. Su enorme parque en las orillas del Lago Léman, se convierten en puntos de concentración. La alegría y las ganas de pasárselo bien, flotan en el ambiente. Las toallas, el olor a crema solar, los vinos del Petite Hermine, el carbón coexisten y dan vida y perfuman este lugar las 24 horas del día. Y es que las barbacoas o grillades, empiezan a hacer acto de presencia pocas horas antes del mediodía, y parecen extinguirse a primera hora de la tarde. Sin embargo, cuando el sol empieza su camino hacia el ocaso, las humaredas se escapan entre el enmarañado bosque de árboles centenarios y empiezan su recorrido hacia el lago, creando una neblina artificial que da fe de las muchas costillas y salchichas que en poco tiempo se comerán.
A pesar de que fueron días tranquilos, sin excursiones alpinas o jurasianas, aproveché para tomar algunas fotografías de la ciudad y de sus alrededores. Aquí hay una pequeña muestra.
Puente sobre la Rue Centrale
"Pathe"´- les galleries
Aparcamientos pictóricos en Flon I
Aparcamientos pictóricos en Flon II
Chateau de Chillon
Atardeciendo a vela en lago Leman
Cría de focha
Lago Léman desde el Parc Bourget
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